rescatamos una entrevista del 2010...
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Vicente Montecinos (21) es un realizador audiovisual que vio en el actual conflicto mapuche un espacio para recrear la historia épica de Lautaro, quien resurge como un policía que debe luchar contra su propio pueblo en el etno-triller de 25 minutos “Lautaro, 500 años en guerra”. Cortometraje que fue presentado en el 5º Festival de Cine Social y Antisocial, y que participó de la competencia “Talento Nacional” del Festival Internacional de Cine de Santiago (SANFIC6). Aquí este novel director nos cuenta como fue el trabajo de creación del cortometraje y el proceso de investigación que lo llevó a visitar a los presos políticos en El Manzano e incluso a ser considerado un “pendejo mandao por los ratis” por las organizaciones mapuches.
Por Carlos Martínez.
¿Por qué tratar el conflicto mapuche desde un relato de ficción?
El cortometraje busca ser otra forma de dar a conocer algo que está invisibilizado. Desde la ficción busco dar a conocer el conflicto mapuche, así se puede lograr que otro público –que no ve documentales- se acerque a la temática y tomé conciencia de lo que está pasando
El público tiene más catarsis con la ficción y cuando ve un documental están más bien en una posición crítica. No podemos negar que estamos en una cultura del espectáculo y hablar del conflicto mapuche en este espacio es una buena oportunidad para llegar a un público que no tiene interés en conocer lo que está pasando. La idea es generar a través de la ficción un relato que sea coherente y que le permita al público manejar al menos algunas luces de lo que está pasando con las comunidades mapuches y con los mecanismos de represión del estado.
Pero es curioso lo que pasa con este cortometraje. La gente asume que es un documental y eso se debe a que el tratamiento visual es bastante real. Los personajes y los hechos que se narran en este corto están basados en hechos reales. Si analizamos las escenas nos podemos dar cuenta que la mayoría de los acontecimientos narrados le han sucedido a los comuneros o weichafes, como por ejemplo, los allanamientos, las técnicas de torturas que se han aplicado o la utilización de los testigos encubiertos, tal y como es relatado en el documental “Juicio a Pascual Pichún”.
¿Cómo lograste que los mapuches que aparecen en el cortometraje confiaran en el proyecto?
Fue difícil al principio. Fue un proceso largo, varios meses antes de la grabación empecé a iniciar las conversaciones y a medida que nos conocimos fuimos estrechando los vínculos. Traté de buscar a mapuches que participaran activamente, que estuvieran donde las papas queman. Grabé acá en Santiago en octubre de 2009, periodo en que el conflicto estaba bastante tenso: Los pacos habían asesinado a Jaime Mendoza Collío, se estaba reprimiendo constantemente en el sur y también se perseguía selectivamente a mapuches en Santiago. El temor de la gente con la que yo me estaba vinculando era que dentro de sus organizaciones existiera un “sapo”, alguien que tuviera el perfil de picao a mapuche o de simpatizante. Hubo una reunión en que se habló de este tema y durante la conversación se paró una ñaña (viejita) y dijo que adentro de la sala había un Yanacona ( traidor) y todas las personas se dieron vuelta a mirarme. Yo me quedé atónito, estaba muy nervioso, pero sabía que no era el momento de decir algo, porque mi compromiso tenía que ver con la constancia y con aunar fuerzas para sacar adelante el proyecto. Fue un proceso largo de vinculación, en las marchas me comprometía a llevar los lienzos, grababa la represión de los pacos en las protestas. Al final de cuentas tenía que mostrar que no era un pendejo mandao por los ratis.
¿Desde dónde iniciaste la investigación para el corto?
Revisar muchos documentales, asistir a conferencias y foros sobre el conflicto mapuche. Además fui a ver a los presos políticos en la cárcel del “Manzano” en Concepción. Era importante conocer a las fuentes directas, a los protagonistas de la lucha y de las injusticias del sistema judicial Chileno. Fue muy difícil lograr acercarme a ellos porque la paranoia se podía sentir y para ellos yo era un pendejo con parches y mohicano que les hablaba pestes del sistema carcelario y económico, les proponía ayudarme en el proyecto por que les iba a ser un aporte en su lucha… y eso les producía mucha desconfianza, ya que no tenían idea quien era yo, no tenia apellido mapuche y nunca me habían visto peleándola en una comunidad. Pero con el tiempo se dieron cuenta que mi trabajo era serio y que quería dar a conocer lo que está sucediendo.
Recuerdo que la primera vez que a los presos políticos estaban comiendo con sus familiares y yo les llevé frutas y libros. Me acerqué y les conté lo que estaba haciendo, pero me miraron con cara de sospecha y me dejaron sentarme en un rincón, era una situación extraña porque yo ponía oído a lo que decían y se notaba que cuando hablaban cosas delicadas lo hacían en mapudungun para que yo no me enterara. Creo que visitarlos fue enriquecedor, aportó mucho al cortometraje y contribuyó a que nadie pueda desacreditar la carga de verdad que posee este relato.
¿Cómo fue la elección de los actores?
Como ideal busco siempre personas que se desempeñen en un ámbito parecido al del personaje. No que actúen o simulen ser algo que no son. Mi desafío entonces estaba en el trabajo con los actores y lograr que ellos fueran lo más creíble posible. En el caso de Lautaro, creo que todos los mapuches que viven en la ciudad tienen algo de él y curiosamente al igual que el personaje principal, el actor que lo interpretó transita por el mundo de los “winkas” y de los mapuches. Él es un actor formado en el ARCIS y que, además, tiene simpatía con el movimiento mapuche.
¿Te costó mucho dirigir a personas que no tenían formación actoral?
Logré tener diferentes formas de relacionarme: con los actores pagados sucedía que ellos estaban trabajando para mí en ese momento. Con los actores mapuches, ellos actuaban por una convicción y ahí el trato era más horizontal. Los actores profesionales están acostumbrados a lidiar con directores de más edad, están más burocratizados, ya que todo funciona con dinero o sino no actúan y no tienen idea sobre la realidad de las comunidades, por eso tuve que interiorizarlos con el conflicto y que no creyeran que este era un trabajo para una nota simplemente. Este proyecto habla sobre personas que tienen su vida en juego. En el caso de los que representaban a los funcionarios públicos fue más fácil porque existe todo un consenso sobre este tipo de personajes, ya que históricamente las películas policiales o de thriller se han compuesto por seres oscuros de corbata. El desafío era darle cuerpo a los personajes mapuches porque no tenemos referentes del cine sobre ellos o si los hay, son meros personajes terciarios y desde una mirada muy externa, como si fueran bárbaros. Lo peor de todo, es que como el cine de masas construye realidades, siempre cuando se habla sobre “los indígenas” y generalmente sobre las minorías, se hace a través de la mirada externa que tienen los directores, muchas veces contribuyendo a la estigmatización y satanización de ellos.
Sinceramente las mediocres recreaciones de mapuches que hacen los canales de televisión y los directores que son incapaces de rozar el mundo real: me dan asco, sobretodo por que subliminalmente hacen creer al espectador de que “los mapuches son los indígenas de Chile”, ocultando que en verdad ellos están luchando y siempre han luchado por su independencia y soberanía como pueblo.
En cambio lo que hice yo fue totalmente distinto, ya que al ocupar a mapuches reales como personajes y constructores del guión, la legitimidad del corto es incuestionable. Aparte los mapuches en general tienen una afinidad con la oralidad, con el canto y la poesía así que no fue muy difícil guiarlos en la construcción de personajes. De hecho, son más virtuosos que muchos chilenos que conozco.
¿Cómo definirías tu película para el que quiere verla?
“Lautaro, 500 años en guerra”, es un violento y crudo cortometraje que apuñala y desnuda el centro del sistema político, judicial y represivo Chileno. Cuando la prensa oficial oculta y manipula la realidad del conflicto Mapuche, este cortometraje fisura y desgarra las mentiras impuestas sobre lo que ocurre allí.