Las Regiones No Existen
Guido Brevis Hidalgo
Realizador Audiovisual
Temuco – Región de la Araucanía
Recientemente se ha publicado los resultados de la postulación a los Fondos de Cultura, en el marco del proceso que todos los años convoca el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes (CNCA). Estos fondos por cierto, se constituyen en una instancia casi exclusiva de financiamiento para la realización y producción de cultura independiente, en un país en que la cultura (entendida como quehacer social - individual y creativo), no vende (difícilmente se “invierte”), por lo tanto hay que adecuarla en su expresión, contenido y forma al mercado. En este panorama, desde hace algunos años se viene “inyectando”, a través del discurso político – tecnocrático, conceptos muy contradictorios para el ámbito de la cultura, como son “la imagen país” y “la industrialización cultural”, está última con énfasis en el audiovisual. Quizá de buena fe pudiéramos pensar que es una forma (o una nueva otra forma), de ordenar o entender las orientaciones de una política pública en cultura. Sin embargo, los hechos, las estadísticas y la práctica de esas orientaciones demuestran con creces una discriminación absoluta a lo que no se ajusta al modelo de desarrollo cultural vigente con un aberrante criterio de centralismo.
Los resultados de los fondos de cultura 2012 señalados, en general y en el mayor porcentaje, quedan en el Área Metropolitana, sin embargo es en el Fondo de Fomento Audiovisual donde la expresión del centralismo y la invisibilización de los/as realizadores regionales es vergonzosa. Una breve muestra:
LINEA DE FINANCIAMIENTO
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Total Proyectos Aprobados
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Número Proyectos Aprobados Área Metropolitana
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Número Proyectos Aprobados Regiones
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Porcentaje Proyectos Área Metropolitana
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BECAS
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24
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16
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8
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67%
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ACTIVIDADES DE INVESTIGACION Y FORMACIÓN
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7
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4
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3
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57%
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DIFUSIÓN, PROMOCIÓN Y EQUIPAMIENTO
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35
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17
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18
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48%
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CREACION
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13
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10
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3
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77%
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GUIONES
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18
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14
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4
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77%
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TRASPASO A 35 MM
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3
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3
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0
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100%
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PRODUCCIÓN AUDIOVISUAL
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19
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18
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1
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94%
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TOTAL
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119
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82
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37
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Las cifras señaladas hablan por si mismas. Puede ser que en algunas líneas haya existido más postulación del Área Metropolitana y desde ahí explicarse estos resultados. Sin embargo, especial atención merecen las líneas de Creación y Producción Audiovisual, sobre todo esta última, la cual es vista por los realizadores y realizadoras, como una forma concreta para acceder a recursos de producción y posproducción de obras ya concebidas. De 19 proyectos aprobados, sólo 1 no es del Área Metropolitana (corresponde a Valparaíso).
Entonces por lógica o simple curiosidad, manteniendo nuestra buena fe, podemos preguntarnos el por qué de estos resultados. Sobre todo en un país que administrativa y políticamente se declara y organiza regionalmente (al menos en su autorepresentación), y que día a día avanza en discursos de reconocimiento de la diversidad y la multiculturalidad que nos constituye como país.
Dos puntos previos: el primero, respecto a que no cabe duda que los realizadores y realizadoras beneficiados con este fondo tienen los méritos de sobra para adjudicarse el financiamiento, por lo tanto no se debe poner en cuestionamiento el nivel y calidad de sus propuestas. Segundo, que los evaluadores y evaluadoras (500 según la información proporcionada por el CNCA), tienen el expertizaje suficiente para evaluar técnica y artísticamente cada uno de los proyectos. Por lo tanto, al parecer las explicaciones hay que buscarlas en el ámbito de la programática política que sostiene la Política Cultural Gubernamental.
¿Qué pretenden respecto del fomento de la cultura y específicamente del audiovisual las autoridades del actual gobierno?
Una vez asumida la actual administración, en el Fondo de Fomento Audiovisual se ELIMINÓ, la línea de Producción de Obras Regionales. Esa línea representaba, no sólo un fondo específico al cual realizadores y realizadoras regionales podían postular, sino que fundamentalmente un criterio de visibilización de las condiciones específicas de producción en regiones. Es decir, implícitamente se asumía que las condiciones y el contexto, tanto de realización, como de gestión de obras es diferente (a veces muy diferente), entre las de Santiago y las de Regiones. Brevemente esa diferenciación la podemos resumir desde variados aspectos, como por ejemplo que las regiones tienen una definición de temáticas específicas, diferentes a las del centro (que no necesariamente responden al “consumo del mercado cultural”), un acceso mas lento a aspectos tecnológicos y una distancia mas critica respecto de medios e instancias de toma de decisiones relacionadas con el financiamiento – distribución de obras (llamase lobby, medios de difusión, redes de producción establecidas y con experiencia, etc.), así como una realidad de productoras de pequeño tamaño y la presencia de realizadores y realizadoras que presentan sus proyectos como personas naturales.
Claro, podemos concluir que las evaluaciones técnico artísticas finalmente reflejan que Santiago se ajusta a la calidad y regiones no alcanza esos niveles, es decir que todo lo realizado por años desde las regiones no tiene cabida en un sistema de evaluación que pone el piso y el techo en un modelo de producción audiovisual industrial (o que pretende serlo, copiando otras experiencias), donde los realizadores y realizadoras regionales no dan el ancho. Al parecer es aquello lo que podría imponerse como explicación final. Sin embargo, ese criterio demuestra la vuelta atrás, el retroceso y el regreso a una concepción conservadora de la cultura, el arte y el desarrollo de sus expresiones. Concepción que reniega de aspectos esenciales del quehacer y el desarrollo cultural como es la aceptación de la diversidad y el permanente dinamismo que toda actividad cultural, con o sin aval de quienes detentan decisiones político - administrativas y financieras, crea, recrea y representa lo que somos como individuos y sociedad. Sobre eso en las regiones tenemos mucho que aportar. No somos gente de primera, ni de segunda, somos personas que comprometidas con nuestros intereses y medios de expresión tenemos cosas diferentes que decir y como decirlas. Tenemos también el derecho a crear y gestionar nuestras obras desde la realidad que habitamos y construimos, la cual en una política financiamiento cultural excluyente como la actual, queda totalmente invisibilizada.
Es lamentable, que un organismo como el CNCA a través de su política en torno al desarrollo del audiovisual en Chile, desprecie las realidades regionales. Es penoso que las autoridades de este organismo no tengan ojos para ver a los/as realizadores/as que contribuyen desde sus territorios y realidades a nuestra propia identidad como país. Es claro que el interés está en las cifras, pero no en las que muestran el trabajo regional, sino en aquellas que reflejan coherentemente una política centralista y excluyente. El mensaje enviado por el CNCA ha quedado claro.
Con estos hechos queda en evidencia que la actual administración limita lo que todo país que se precie de medianamente desarrollado facilita: el derecho a la creación y recreación de la cultura. El financiamiento de la cultura no solo debe verse como una inversión con retorno o utilidades, sino también como la contribución del Estado a la emergencia y generación tanto de artistas como de propuestas, lo cual nos permitimos pensar (los ciudadanos de regiones), que no solo tiene un punto de génesis en Santiago. Entonces hoy se cierra una importante puerta para que realizadores y realizadoras (también para lo/as que vienen), tengan el derecho de acceder dignamente a la materialización de sus obras.
En este contexto, conceptos y prácticas como participación, regionalización, promoción cultural, desarrollo sociocultural local, etc., se encuentran secuestradas por un centralismo ciego y retrogrado. La cultura en general y la expresión audiovisual en particular como manifestación de niveles en la autonomía de contenidos, expresión de realidades, formas y propuestas de realización diferenciadas del centro, se encuentra hoy condicionada por criterios que representan de muy mala forma la pretendida “imagen país” y por cierto la implementación de un verdadero proceso de “industrialización” de la actividad audiovisual.