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Sería sensato eliminar algunos y esbozar nuevos, u otros contornos, que las definan. Contornos nítidos que desdibujen las falsas imágenes que los medios públicos y comerciales han difundido. Evitando el diccionario, y apelando a la experiencia vital de quienes trabajan en ellas, es posible anotar algunas características: las radios comunitarias son aquellas que están en el centro de la vida cotidiana.
Estas radios suelen operar sin licencia, sin la “legalidad que fija el Estado”, pero sí con la “legitimidad que les otorgan” las comunidades. Pero no es gratuito. Adquirir esta licencia es un proceso largo y complicado. Existen requisitos jurídicos, económicos, técnicos y tecnológicos.
Es decir, sólo pueden cubrir ese espacio de legalidad si los proyectos radiofónicos tienen el equipo, el personal y la capacidad de diseñar y transmitir determinadas horas de programa, las mismas horas que una radio comercial con fines de lucro, con el equipo y el acceso a muchos medios.
Está claro: el Estado, a través de sus licencias, no reconoce a los pueblos indígenas como grupos diferenciados. Recientemente, en el estado de Oaxaca sucedieron dos eventos que han continuado y extendido las reflexiones en torno a las radios libres y comunitarias.
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