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Yolanda Cruz es una cineasta indígena, quien a los 16 años emigró a Estados Unidos, donde estudió cine y ha filmado siete documentales sobre nativos mexicanos en ese país vecino del norte y en esta nación. Ella recibió un homenaje en la 9 edición del Festival Internacional de Cine de esta ciudad, y se sintió sola:
“¿Dónde están los demás realizadores indígenas?”, cuestiona.
Dice a Proceso que no sabe definir bien qué es el cine indígena, “pero acepto que mi trabajo está catalogado como tal y yo he hecho mi carrera como cineasta indígena”. Intenta explicarlo:
“Es un cine hecho por indígenas, en este caso mexicanos, aunque también hay cineastas indígenas de todo el mundo. Somos muy pocos y creo que si nos juntáramos a discutir esto, tendríamos un concepto claro de qué es. Pero como todo necesita etiquetas, esta de ‘cine indígena’ puede ser buena o puede ser mala.
“Por ejemplo, al decir cine indígena, uno ya va con la expectativa de que es un cine bastante pobre, un cine etnográfico o un cine antropológico; pero también el cine indígena muchas veces se utiliza por sus creadores mismos como una manera de denunciar, de preservar historias y de compartir una experiencia.
“También es un cine muy personal cuando es hecho especialmente por gente que viene de comunidades y pertenece a ellas. Tal vez no pueda hablar de cine indígena, pero sí de cineastas indígenas. Filmamos historias muy personales, muy basadas en aspectos de nuestra comunidad.”
Refiere que en ocasiones le molesta que su trabajo sea simplemente catalogado como cine indígena:
“En algún momento me gustaría que mi labor la vieran como cine general, pero también yo me ubico como cineasta indígena. Soy yo la que se siente un poco distinta. En Morelia no he tenido la oportunidad de estar con otros cineastas indígenas, estoy sola, y me pregunto qué pasa con estos artistas indígenas, dónde estamos, qué hacemos.”
En el taller Sundance
Cruz nació en Oaxaca en 1974. Estudió en la Escuela de Teatro, Cine y Televisión de la Universidad de California, en Los Ángeles. Entre sus películas destacan Reencuentros 2501 migrantes, Guenati’za: Los que vienen de visita y Entre sueños.
Su trabajo se ha exhibido en el Festival de Cine de Sundance; el Museo Guggenheim, en Nueva York; Parc de la Villette, en París, y el Museo Nacional Indígena del Instituto Smithsoniano, entre otros recintos y festivales. Resalta que sus cintas han sido financiadas en Estados Unidos, como inmigrante:
“He tenido la fortuna de contar con el apoyo del Instituto de Sundance para desarrollar mis proyectos.”
–¿Qué diría del cine sobre y de indígenas de México?
–Es muy importante, es una herramienta que podemos usar para preservar nuestras lenguas, para difundir nuestras historias y también para denunciar; pero no existe, aunque creo que hay un interés. Bueno, aquí ya existen festivales indígenas, pero es muy difícil competir dentro de fondos como cineastas independientes, es muy complicado sacar fondos.
“Soy positiva, pienso que el cine me ha permitido el privilegio de representar al México indígena en diferentes partes del mundo, siento que estamos creciendo, aunque muy poco a poco.”
–¿Cómo es que en Estados Unidos le financian sus documentales?
–Me beneficia que viva y haya estudiado allá. He trabajado muy cerca de Sundance porque ellos tienen un programa especial para cineastas indígenas. Hablar inglés me ha ayudado a entrar a este programa, sigo creciendo y aún estoy en búsqueda de mi propia voz.
“Comencé haciendo cine sobre los migrantes indígenas y mi último logro es que ingresé al taller de directores de Sundance en junio pasado. Competí con directores independientes de Estados Unidos, fueron ocho los seleccionados y fui una de las que ganó, con un nuevo proyecto que se llama La raya.”
Se trata de un filme de ficción, pero sobre la migración indígena.
“Es la historia de un niño que vive en un pueblo donde todos los jóvenes ansían irse a Estados Unidos; su papá está en el norte. Un día se encuentra un refrigerador de camino al pueblo y se lo lleva, ahí es donde su destino cambia. Es una película algo realista, pero también cómica.
“Y es emocionante, muy pocos cineastas entran a ese taller que dura un mes. Quentin Tarantino salió de allí, fue uno de los alumnos. Este espacio está patrocinado por Robert Redford. Al llegar allí dices: ‘Mi cine ya no es sólo indígena, es como el de cualquier otro cineasta’. Bueno he llegado allí y eso me abre puertas a fondos más internacionales.”
Yolanda Cruz es una cineasta indígena, quien a los 16 años emigró a Estados Unidos, donde estudió cine y ha filmado siete documentales sobre nativos mexicanos en ese país vecino del norte y en esta nación. Ella recibió un homenaje en la 9 edición del Festival Internacional de Cine de esta ciudad, y se sintió sola:
“¿Dónde están los demás realizadores indígenas?”, cuestiona.
Dice a Proceso que no sabe definir bien qué es el cine indígena, “pero acepto que mi trabajo está catalogado como tal y yo he hecho mi carrera como cineasta indígena”. Intenta explicarlo:
“Es un cine hecho por indígenas, en este caso mexicanos, aunque también hay cineastas indígenas de todo el mundo. Somos muy pocos y creo que si nos juntáramos a discutir esto, tendríamos un concepto claro de qué es. Pero como todo necesita etiquetas, esta de ‘cine indígena’ puede ser buena o puede ser mala.
“Por ejemplo, al decir cine indígena, uno ya va con la expectativa de que es un cine bastante pobre, un cine etnográfico o un cine antropológico; pero también el cine indígena muchas veces se utiliza por sus creadores mismos como una manera de denunciar, de preservar historias y de compartir una experiencia.
“También es un cine muy personal cuando es hecho especialmente por gente que viene de comunidades y pertenece a ellas. Tal vez no pueda hablar de cine indígena, pero sí de cineastas indígenas. Filmamos historias muy personales, muy basadas en aspectos de nuestra comunidad.”
Refiere que en ocasiones le molesta que su trabajo sea simplemente catalogado como cine indígena:
“En algún momento me gustaría que mi labor la vieran como cine general, pero también yo me ubico como cineasta indígena. Soy yo la que se siente un poco distinta. En Morelia no he tenido la oportunidad de estar con otros cineastas indígenas, estoy sola, y me pregunto qué pasa con estos artistas indígenas, dónde estamos, qué hacemos.”
En el taller Sundance
Cruz nació en Oaxaca en 1974. Estudió en la Escuela de Teatro, Cine y Televisión de la Universidad de California, en Los Ángeles. Entre sus películas destacan Reencuentros 2501 migrantes, Guenati’za: Los que vienen de visita y Entre sueños.
Su trabajo se ha exhibido en el Festival de Cine de Sundance; el Museo Guggenheim, en Nueva York; Parc de la Villette, en París, y el Museo Nacional Indígena del Instituto Smithsoniano, entre otros recintos y festivales. Resalta que sus cintas han sido financiadas en Estados Unidos, como inmigrante:
“He tenido la fortuna de contar con el apoyo del Instituto de Sundance para desarrollar mis proyectos.”
–¿Qué diría del cine sobre y de indígenas de México?
–Es muy importante, es una herramienta que podemos usar para preservar nuestras lenguas, para difundir nuestras historias y también para denunciar; pero no existe, aunque creo que hay un interés. Bueno, aquí ya existen festivales indígenas, pero es muy difícil competir dentro de fondos como cineastas independientes, es muy complicado sacar fondos.
“Soy positiva, pienso que el cine me ha permitido el privilegio de representar al México indígena en diferentes partes del mundo, siento que estamos creciendo, aunque muy poco a poco.”
–¿Cómo es que en Estados Unidos le financian sus documentales?
–Me beneficia que viva y haya estudiado allá. He trabajado muy cerca de Sundance porque ellos tienen un programa especial para cineastas indígenas. Hablar inglés me ha ayudado a entrar a este programa, sigo creciendo y aún estoy en búsqueda de mi propia voz.
“Comencé haciendo cine sobre los migrantes indígenas y mi último logro es que ingresé al taller de directores de Sundance en junio pasado. Competí con directores independientes de Estados Unidos, fueron ocho los seleccionados y fui una de las que ganó, con un nuevo proyecto que se llama La raya.”
Se trata de un filme de ficción, pero sobre la migración indígena.
“Es la historia de un niño que vive en un pueblo donde todos los jóvenes ansían irse a Estados Unidos; su papá está en el norte. Un día se encuentra un refrigerador de camino al pueblo y se lo lleva, ahí es donde su destino cambia. Es una película algo realista, pero también cómica.
“Y es emocionante, muy pocos cineastas entran a ese taller que dura un mes. Quentin Tarantino salió de allí, fue uno de los alumnos. Este espacio está patrocinado por Robert Redford. Al llegar allí dices: ‘Mi cine ya no es sólo indígena, es como el de cualquier otro cineasta’. Bueno he llegado allí y eso me abre puertas a fondos más internacionales.”